La primera vez que planteé este tema a los empleados, se mostraron contundentes.

«Nos quejamos del trabajo porque es trabajo», dijo uno. «Si fuera divertido, no se trataría de trabajo», comentó otro. «El trabajo es una de las cosas por las que puedes lloriquear en una cena familiar», adujo un tercero. «En cualquier caso, mejor que hablar de política o religión».
Según los investigadores, nos quejamos entre unas 15 y 30 veces al día, que si se reparten equitativamente entre las 16 horas que solemos estar despiertos aproximadamente, observamos que nos quejamos cada 32 minutos. Entonces, ¿por qué nos quejamos con tanta frecuencia sobre algo en lo que invertimos tanto tiempo y esfuerzo?

¿En qué consiste quejarse exactamente?

Antes de llegar al fondo de la cuestión, vamos a ver qué significa quejarse. Quejarse es la acción por la que se expresa disconformidad o enfado a través de la voz por algo que está sucediendo. Se trata de una manifestación de negatividad derivada de tu forma de ver el mundo. ¿No estás seguro de si eres una de esas personas que se están siempre quejando del trabajo? Plantéate estas preguntas:
  • ¿Sueles pensar que tu trabajo o el de otros nunca es lo suficientemente bueno?
  • ¿Siempre esperas que sucederá lo peor?
  • ¿Sueles preguntarte por qué algunas personas de la oficina parecen tan alegres?
Si respondes de manera afirmativa a alguna de las preguntas anteriores, entonces no cabe ninguna duda de que debes continuar leyendo.

¿Por qué nos quejamos del trabajo?

Para analizar las razones por las que las quejas laborales son un eco continuo en nuestra vida cotidiana, debemos considerar el estrés, los hábitos, los enfoques y las causas. Nos quejamos porque estamos estresados en el trabajo.

Nos quejamos porque estamos estresados

Admitámoslo, se respira mucho estrés en el trabajo. En el informe «Gestión del trabajo 2015», preguntamos a más de 1400 empleados de diferentes sectores y con diferentes cargos cuáles eran las principales razones por las que se estresaban en el trabajo. Los cinco motivos principales eran:
  1. Falta de información o contexto
  2. Problemas a la hora de dar prioridad a las tareas
  3. Objetivos poco realistas para los proyectos
  4. Cambio de los plazos
  5. Liderazgo mal definido
Consejo: estas cinco situaciones de estrés no van a desaparecer a corto plazo. Además, el estrés hay que liberarlo de alguna manera, y una de ellas es quejándose.

Nos quejamos porque entramos en un círculo vicioso

¿Qué peligro entraña quejarse constantemente? Es fácil sumirse en la rutina. En 1949, el psicólogo canadiense Donald O. Hebb publicó un libro titulado The Organization of Behavior, donde plantea su teoría sobre cómo nuestros cerebros procesan estímulos y dan forma a los hábitos. En principio, cuando sostenemos un pensamiento o cuando experimentamos una sensación, se activan ingentes cantidades de neuronas. Estas neuronas se agrupan hasta formar una red neuronal. En definitiva, «las neuronas que se activan juntas, permanecen conectadas». Por tanto, si te quejas con mucha frecuencia y conviertes en hábito ver las situaciones desde un punto de vista negativo, no tendrás límites. Tu cerebro, al que has entrenado para ver esta negatividad como una rutina, te atrapará en un callejón sin salida, a menos hasta que conscientemente decidas salir de ahí.
Consejo: Nos quejamos porque es un hábito. De hecho, mientras más lo hacemos, más seguiremos haciéndolo.

Nos quejamos porque nos centramos en...

Puede resultar útil percatarse de que el tipo de queja más frecuente depende de aquello en lo que se centra nuestra negatividad.
  • Si nos centramos en nosotros mismos, las quejas giran en torno a que nuestro trabajo no se aprecia o a que nadie entiende nuestro estrés, la carga de trabajo o los plazos. Este pensamiento surge de un sentimiento de autocompasión. «Trabajo demasiado y me pagan muy poco».
  • Si nos centramos en los demás, las quejas suelen ser críticas. Podemos quejarnos de alguien para ridiculizar su incompetencia, su falta de talento o confianza o su incapacidad de cumplir las normas. Lo hacemos para buscar la aprobación de quienes nos escuchan.
  • Si nos centramos en nuestros temores al futuro, nos quejamos de un desastre inminente, como un fatalista que no vaticina nada más que calamidades. Esta queja surge cuando las cosas van mal y queremos encontrar a otras personas con ideas afines con las que hablar sobre el apremiante fracaso.
Consejo: aquello en lo que te centras determina lo que vocalizas.

Nos quejamos porque queremos que X suceda

También puedes saber por qué te quejas del trabajo si indagas en los motivos. En su libro Stop Complainers and Energy Drainers: How to Negotiate Work Drama to Get More Done, la autora Linda Byars Swindling enumera los cinco tipos distintos de personas que se quejan en función del motivo, que son:
  • El quejicoso: Sus quejas consisten en contar sus problemas personales para despertar compasión en los demás. Normalmente se centrará en manifestar lo injusta que es la vida. «Siempre me siento demasiado incomprendido en esta empresa. El jefe nunca aprecia mi esfuerzo».
  • El complicador: suele quejarse porque no le gustan los cambios ni la inestabilidad y pretende retrasar los cambios con dramas. «¿Por qué están perdiendo tiempo en esta nueva herramienta, cuando ni siquiera hemos corregido nuestro propio proceso?»
  • El divo: expresa negatividad para que los demás se percaten del trabajo que hace. «Tengo demasiado trabajo. Estoy cansado de asumir todas estas responsabilidades».
  • El controlador: trata de hacerse con el pleno control de una situación caótica porque el trabajo debe realizarse. «Estás tardando demasiado; hazlo a mi manera o, de lo contrario, no cumpliremos el plazo».
  • El tóxico: explota o presiona a los demás para que cumplan su propia agenda. «Esta campaña es malísima, así que tenemos que cambiarla».
Consejo: nos quejamos para conseguir algo.

Cómo huir de las quejas

Después de este análisis tan exhaustivo de por qué nos quejamos, ¿qué podemos hacer realmente para dejar de hacerlo? A continuación te damos algunos consejos útiles para que emprendas un camino más positivo y responsable. Consejo: cambia una sola palabra para ser más agradecido. El autor y orador sobre concienciación James Clear tiene la fórmula perfecta para combatir una actitud quejicosa: practicar la gratitud con tan solo cambiar una palabra. En lugar de decir «tienes» que hacer algo, trata de decir «consigue» algo. Si optas por ver tus quehaceres como obligaciones onerosas que perturban tu día a día, seguro que te quejarás. «Tengo que trabajar aquí, pero merezco algo mejor», «Tengo que trabajar aquí, pero no me pagan lo suficiente». ¿No sería mejor si lo enfocas desde el punto de vista del agradecimiento? «He conseguido trabajar con estos compañeros», «He conseguido ayudar a estos clientes», «He conseguido contribuir a la misión de la empresa». De repente, verá pequeños resquicios y el vaso medio lleno. Adopta un punto de vista positivo.
Consejo: camufla las quejas. «Desde el punto de vista psicológico, resulta muy poco saludable silenciar las quejas», afirma Guy Winch, doctor, psicólogo y autor de The Squeaky Wheel: Complaining the Right Way to Get Results, Improve Your Relationships, and Enhance Self-Esteem. «El descontento no desaparece por el hecho de no quejarte en voz alta. Lo único que haces es no expresarlo». Entonces, ¿cómo puedes expresarlo de manera saludable y que pueda suscitar un cambio constructivo? Intercala las quejas entre dos manifestaciones más positivas que insten a la otra persona a tener más predisposición a aceptar la queja que has intercalado. Observa el vídeo para ver cómo se hace:
Consejo: habla en términos específicos y útiles. ¿Tus quejas son demasiado genéricas o ambiguas? En su caso, lo único que estás haciendo es desahogarte de forma destructiva, en lugar de expresarte de una manera más constructiva. ¿Por qué no tratas de verbalizar las quejas con términos más específicos, a fin de que puedan resultar útiles? En lugar de decir «Este diseño es malísimo», opta por «Este elemento creativo precisa de un diseño más actual para que resulte más atractivo en el mercado de destino». Asimismo, en lugar de «Odio este trabajo», di «No puedo resistir todos estos plazos poco realistas que se me imponen». (Trata de perfeccionar el mensaje). Las quejas ambiguas no sirven más que para atacar y mermar la moral de quienes te rodean. Sé específicoConsejo: evita las tertulias negativas. Al igual que los virus y el entusiasmo, la negatividad también se contagia. Si quieres dejar de quejarte, empieza por dejar de salir con los memos negativos de tu empresa. Sí, ya sé que te resulta divertido estar con ellos cuando necesitas a alguien con quien compadecerte por el último encargo irrazonable de tu jefe. O cuando simplemente quieres burlarte de algo que ha sucedido en una reunión. Sin embargo, salir con estas personas fuerza e incluso incita el hábito de quejarse. Nunca saldrás de la droga si sigues relacionándote con los traficantes. En su lugar, trata de rodearte de personas alegres. Y si no las hay, vete con los nuevos empleados. Enriquécete de su entusiasmo y de su verdadera ilusión por trabajar en tu empresa. Harán maravillas por tu estado de ánimo. Evita las tertulias negativasConsejo: para romper con el hábito, basta con que lo dejes. Ya hemos comentado que quejarse puede convertirse en un hábito. Y como cualquier hábito, debes tenerlo totalmente bajo control. Por tanto, *podrías* parar de quejarte si así lo has decidido. No hay síndrome de abstinencia si cortas en seco. (Aunque sí sentirás el comezón de empezar a lamentarte). Bob Newhart explica muy bien en este GIF cómo sobreponerte de tus quejas lloricas:

¿Estás listo para dejar de quejarte?

Pues para. Ahora necesitas leer este artículo para empezar a crear una rutina más positiva por ti mismo: Las ventajas inesperadas de reorganizar tu rutina de trabajo.
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