Ha llegado ese momento del año: todo el mundo tararea villancicos, come turrón y vuelve a ver sus clásicos navideños favoritos. Después de volver a ver la película de Solo en casa, aquí en la oficina de Wrike, no pudimos pasar por alto las excelentes habilidades de gestión de proyectos del joven protagonista; y hemos tomado nota.
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Así que pide una pizza de queso, ponte otra bola de helado (si no estás conduciendo) y dale al "play" a la pista que aparece a continuación. Luego, acomódate para leer estas seis lecciones que hemos aprendido de Kevin McAllister, un prodigio de la gestión de proyectos.
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1. La planificación es el paso más importante
.Cuando tienes plazos de entrega urgentes e inminentes, y casi puedes escuchar el tic tac del reloj, lo que hay que hacer es ponerse manos a la obra los antes posible. Pero sin un plan elaborado cuidadosamente podrías exponerte a caros errores que requieren mucho tiempo. Detente y formula un plan exhaustivo del proyecto: establece y prioriza los objetivos de tu proyecto, define las entregas, crea un programa, ponte de acuerdo con las partes interesadas, y aborda los posibles riesgos y problemas desde el principio. ¡Te lo agradecerás más adelante!
2. Si algo va mal, no te pongas nervioso
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“No vamos a llegar al avión, sale en 45 minutos”.
“¡Sé positivo, Frank!”
“Sé positiva tú, yo soy realista”.
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El tío Frank es de lo peor pero, en este caso, no está totalmente equivocado. Las cosas no siempre salen según lo esperado y, si algo va mal, no lo puedes ignorar y esperar a que todo pase. Pero tampoco puedes perder el control, las reacciones instintivas y el pesimismo solo empeoran las cosas. En lugar de ello, intenta ser positivo y realista. Identifica el problema con el que estás lidiando, aclara y prioriza las próximas acciones del equipo y mantén abiertas las líneas de comunicación con el equipo y las partes interesadas externas. Cuando la crisis haya pasado, podrás analizar las causas, identificar las lecciones aprendidas y trabajar en su prevención antes de que se vuelvan a dar.
3. No compliques en exceso las cosas
La solución más sencilla normalmente es la más eficaz. Además, añadir complejidad a menudo implica asumir más riesgos. Por eso, haz que todo sea sencillo y directo. Divide las tareas más extensas en subtareas para que el trabajo sea más sencillo de gestionar, haz que la comunicación sea clara y organizada en la herramienta de gestión del trabajo del equipo, y asegúrate de que todos los trabajos estén claramente relacionados con los objetivos finales del proyecto.
4. Estate atento a las oportunidades
Todos los proyectos implican riesgos, pero también oportunidades. Jamás lograrás eliminar por completo la incertidumbre, pero si la vigilas, puedes reconocer y atrapar buenas oportunidades para cumplir y superar las expectativas. Por ejemplo, la capacidad de usar una nueva tecnología para mejorar el producto final, o bien aumentar la eficacia y entregar antes de que se cumpla el plazo.
5. ¡Diviértete!
Un equipo que se divierte junto es más colaborativo, más eficaz, más productivo y tiene más éxito. No te obceques tanto en el trabajo como para olvidarte de reír un poco también. Organiza una salida por la tarde, come en un restaurante o planifica un evento para fomentar el espíritu de equipo y así crear unas sólidas relaciones en tu equipo.
6. No puedes hacerlo solo
Como gestor de proyectos, puede que seas el director de orquesta, pero no puedes sacarlo adelante sin ayuda. Tu equipo es tu mejor recurso. Aprende de las habilidades y las destrezas de todos, delega tareas, y comunícate de forma que puedan confiar en ti. No te olvides de que te están apoyando; por eso, tú también debes hacer lo mismo.
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